Una vez más, la palabra guaraní
Osvaldo Gómez Lez
«Antes de que la palabra primigenia
se desvanezca en el vuelo de sus cenizas,
estos hombres de profundo coraje espiritual y científico,
de auténtica responsabilidad moral,
se hallan empeñados en la tarea de recogerla
en el mismo “asiento de sus fogones”».
Roa Bastos, Augusto
Las culturas condenadas.
Ereignis analítico – cinematográfico La Bruma – Tatachina- , documental escrito y dirigido por Enrique Acuña, no puede entenderse sin la confluencia del mundo Guaraní y su afinidad con la propuesta psicoanalítica. Estrenada en Asunción del Paraguay, en la Embajada Argentina el 27 de junio pasado, significó un verdadero acontecimiento entre el cine y el psicoanálisis.
Por fin el cine documental le hace justicia a los Ñe’e Porá Tenondé, la palabra fundamental (Ayvu Rapytá) de los Mby’a Guaraní. Se trata de un Ereignis (acontecimiento) heidegeriano y una fiesta del orden de la palabra plena lacaniana. La genialidad del enfoque que hace el guión de La Bruma consiste en encontrar el lugar vacío equidistante y equívoco de la Palabra generatriz de mundos, culturas y modalidades de orden del universo. Estos, aunque divergentes y contradictorios, se ven inter-penetrados de sentido a través de las claves psicoanalíticas que establecen un entre, un medio catalítico para entender el conflicto de paradigmas que nos presenta el film.
El término palabra adquiere entonces el valor de apuesta y promesa, de un verdadero “indecidible” derridiano.
Coordenadas
En primer lugar, resaltamos la fidelidad del director a la letra del Ayvu Rapytá de León Cadogan, en tanto representación imaginativa del guión que escande en ese texto su estructura. Fidelidad sin más, a las Ñe’ë porä tenondé (las primeras palabras hermosas) de los Mby’a Guaraní de Pindo Poty (Misiones, Argentina) que lo conservan y lo transmiten con celo hermético.
Segunda coordenada, sobre el nudo del conflicto, el relato pone de relieve la afirmación de la razón Mby’a que descompleta las suficiencias del tecnicismo de la ley y las preceptivas médicas de los comités de ética, detentoras del discurso amo. Aquí está el arte de este film, una mera alusión al pasar sobre el desconcierto ciudadano y su parafernalia mediática que se despide sin más: “pasemos a otra noticia”, para sostener la mirada sobre ese paisaje brumoso e inaccesible donde el sentido tiene otros correlatos.
Tercera, la cámara nos abre así a un mundo inquietante donde no hay individualidad ni propiedad sino que todo se comparte y todo coadyuva a la fiesta y al festín del ka’uy (la chicha de maíz fermentado con saliva femenina) y del kochí (cerdo salvaje). A ello sirve el cultivo y la caza, pero en vistas a la convivencia fraterna. Entre la danza y el rezo cantado, se ve el correteo alegre de los niños.
Cuarta, los jóvenes maestros, ayudantes del opyguá adquieren verdadera pose filosófica (no menos vehemente que la escena del discurso de la mujer que toma la palabra) cuestionando la apropiación gubernamental misionera, con fines propagandísticos, del slogan “Tierra sin mal” cuando ellos no tienen una mínima seguridad sobre la propiedad de sus tierras ancestrales, lugar del tekoha (casa), del teko (cultura) y del teko katú (ser auténtico).
Quinta, las derivaciones de la muerte de Julián abren un claro (Lichtung) en el bosque. La postura valiente de defensa de su tekoa (tradición) reúne a 10 comunidades en un Aty Guasu (Gran Asamblea) y escriben allí tres Manifiestos a la sociedad envolvente. La bruma crepuscular trae consigo un rayo de esperanza en medio del agonico canto de cisne de “Las culturas condenadas” por el etnocidio, como los llamó Augusto Roa Bastos.
Etnología y Psicoanálisis
El Seminario Lecturas Lacanianas, organizadas por la Asociación Psicoanalítica Paraguaya Arandu (APPA) y la Universidad Autónoma de Asunción (UAA), contó con la presencia de Enrique Acuña, quien, a partir de su clase inaugural pudo darnos valiosas claves de lectura, de anudamientos de ese Ereignis.
Sobre el telón de fondo del campo conceptual antropológico-estructural de Claude Lévi-Strauss, que no deja de anudarse al campo conceptual psicoanalítico a través del epistemólogo George Canguilhem, permite tejer su trama el propio Lacan en sus tempranas teorizaciones:
“Durante varios años no fue menor la interacción mutua entre Lévi-Strauss y Lacan. Las estructuras elementales del parentesco datan de 1947, y son para Lacan un libro clave. Pero la Introducción a la obra de Marcel Mauss, que Lévi-Strauss publica en 1950, se refiere especialmente a Lacan y a un estudio capital de éste: La agresividad en psicoanálisis, publicado en 1948”.
El etnólogo estructuralista francés se encarga de asociar íntimamente el inconsciente freudiano con los descubrimientos lingüísticos y etnográficos. Sostiene que hay que buscar el origen de la sociedad en lo simbólico y que el lenguaje es su forma más elaborada. Generaliza entonces, a partir del tratamiento cuidadoso de los mitemas expuestas en su gran proyecto Mitológicas, hacia un contacto íntimo con las culturas tupí-guaraníes de Sudamérica.
Tenemos allí la fascinación humana por la permutación de fonemas y palabras (sustitución/metáforas, deslizamiento/metonimias) en categorías dualistas, elaboradas combinaciones y categorizaciones. Todas en orden a aportar al goce de lalengua, al pensamiento en suma. Y no hablemos ya de del salto jonio del mito al logos en el siglo VI a. C. sino de la pura combinación mítica tan al servicio del pensamiento como la filosofía.
Me refiero a la revolución estructuralista sobre el Pensamiento salvaje y la teoría del intercambio: intercambio de mensajes (reglas del lenguaje), de mujeres (reglas del parentesco), de bienes y servicios (reglas económicas).
Estos procesos inconscientes adquieren relevancia en sociedades ágrafas como la Mby’a Guaraní donde la iniciación simbólica por la palabra hace depositario a cada neófito, de una intrincada mitología o universo simbólico que se transmite oralmente de generación en generación.
Mi admiración inicial (de fidelidad en Pindo Poty al canon textual) resulta entonces obvia y patente, ya que es sólo una constatación empírica del texto como garantía de fidelidad, cuando que el tesoro de la lengua está precisamente en otro lado: la tradición oral. No de otro modo procedieron Homero y Hesiodo, recogiendo por escrito lo ya existente y validándose a posteriori su autenticidad sobre la evanescente pérdida de la palabra oral.
El Cratilo de Platón, en ese sentido, trae una primera inquietud sobre el valor de los nombres, de sus propiedades primitivas y derivadas y su relación con el pensamiento. La gramática como ejercicio escrito y su función de fijación dogmática en unidades instauró un predominio inexorable del texto frente a lo oral que nombra y nombra, en una pura “asociación libre” de ideas, recuperada en su valor terapéutico por Freud como lugar del “mito familiar” del neurótico.
Cabe decir con Lacan, que la función simbólica no sólo consiste en la introducción de la ley en el niño, sino de la palabra como causa. Se pasa entonces del goce del uso y abuso de la regla como puro juego combinatorio, a la constatación de que existe una hiancia, una falta que introduce la función de la Causa. Y remata con estas palabras: “En suma, sólo hay causa de lo que cojea.”
Podemos ver señalado esto en el film, allí donde en la sucesión de eventos que llevan al chico mby’a hasta la sala quirúrgica, se levanta la palabra guaraní indicando que Julián tiene una piedra en las entrañas. Dentro de la trabazón significante mby’a tiene pleno sentido de causa, la etiología del mal de Julián está fuera de él, no hay que buscarlo dentro. Son concepciones diametralmente opuestas que aunque diferentes, no por ello son inconmensurables con las nuestras.
Las determinaciones causales mby’a pueden parecernos caprichosas, sin embargo, estas se retrotraen infinitamente sobre las imbricadas redes simbólicas sustentadas sobre el abismo de la hiancia estructural, tan válidas como las nuestras. Así pues, a pesar del conflicto, tendamos puentes en forma optimista hacia la convivencia intercultural, y la hospitalidad interétnica con los grupos minoritarios.
La Palabra Guaraní en alza
Lo que cojea entonces, insiste y se retrotrae a la construcción del mito del niño muerto (como la del padre muerto en Lacan), del niño víctima sacrificial que provoca el ereignis o “elemento cero” del intercambio simbólico Lévi-straussiano. La lectura de Lacan, como intérprete de la cultura tupí-guaraní, no va muy lejos entonces, para extraer lecciones de nuestras culturas originarias. Allí donde hay intercambio simbólico entre los hombres, salta el equívoco y la puesta en valor de la palabra:
“… el más allá al que somos remitidos, es siempre otra palabra, más profunda. En cuanto al límite inefable de la palabra, este radica en el hecho de que la palabra crea la resonancia de todos sus sentidos. A fin de cuentas, somos remitidos al acto mismo de la palabra en tanto tal. Es el valor de este acto actual el que hace que la palabra sea vacía o plena”.
Llamémosle autodeterminación, libertad, derechos reivindicados políticamente. No es otra cosa más, sino las Ñe’ë Porä la que se movilizan y brotan como de un manantial y producen futuro. Otorga sentido y nuevas profecías, anuda lo antiguo y lo nuevo, reverdece en asociaciones y permutaciones creativas, reordena las palabras desgastadas en nuevas metáforas vivificantes. Esta es la dinámica de la palabra revelada, viva y fluctuante de la tradición oral, una confianza única en su poder y su valor sobrenatural y espiritual.
La guerra de las lenguas
Una conclusión inquietante: la perennidad de la palabra guaraní, como la del psicoanálisis no está garantizada. Lo concluyo a partir de una clase de Acuña: Louis Althusser decía, tras el crimen de su esposa, que “El porvenir es largo”. En alusión a “El porvenir de una Ilusión”, texto de Freud sobre el futuro de la religión, corrige y concluye que “El porvenir no es largo” en relación al psicoanálisis: podría no existir. La paradoja se muestra inmediatamente al intentar verificar empíricamente su objeto: lo inconsciente.
Por el lado del idioma guaraní asoma un peligro, que mencioné en el cine-debate en Asunción, imprevisto tal vez, entre los bien intencionados defensores del derecho lingüístico: el movimiento pro normalización del guaraní como lengua del Mercosur, del Unasur, de las NN.UU., quienes también impulsan la Ley general de lenguas en Paraguay, pueden contribuir a acabar con los dialectos guaraní originarios como el Mby’a, si se implementa el guaraní moderno como nueva koiné panguaraní. El movimiento por la implementación de una política lingüística guaraní real es absolutamente legítima y necesaria, por la cantidad de excluidos del sistema por causa de la lengua. El problema surge cuando en nombre de los derechos del guaraní parlante mercosuriano, se avasallen a otras minorías lingüísticas y en particular a los dialectos Mby’a, Paï Tavyterá, Avá Guaraní, Aché Guayaquí y Chiriguano, entre otros.
El tema es polémico y tiene complejas aristas. La Constitución declara al Paraguay país bilingüe y pluricultural y el Estado reconoce la oficialidad del Castellano y el Guaraní, pero la falta de una Academia de la Lengua Guaraní impide zanjar la cuestión sobre qué guaraní implementar, y el problema se extiende a toda la región del Mercosur: sur de Bolivia, sur del Brasil, norte Argentino y Uruguay, dejando de ser tan solo un problema paraguayo. Estamos hablando de lo oficial, de política lingüística en los Estados en parte, pero hablamos también del impacto del poder sobre las minorías lingüísticas en las comunidades, cuando se preparan legiones de maestros y funcionarios de guaraní normalizado.
No puede ser que un maestro de Guaraní jopará (mezcla de español y guaraní) vaya a enseñarle la lengua a un niño Mby’a originario, salvo que este hecho esté plenamente contemplado como excepción (o delito) y no como la regla. Si no, estaremos frente a un neocolonialismo guaraní moderno sobre las lenguas arcaicas minoritarias. Tampoco estoy a favor de los “bolsones de primitivismo” en las últimas selvas del Bosque Atlántico, como desea cierta corriente antropológica romántica, sino la puesta en relieve, y la máxima valoración (como lo hace La Bruma), del acervo de la palabra Guaraní en su función de verdad como revelación -alegoría del inconsciente- . Ese es nuestro verdadero reservorio y manantial (acuífero guaraní) de identidad lingüística en la región.
Para el psicoanálisis se trata del retorno a la palabra, en efecto, cuando el hombre deje de interrogarse por las formaciones del inconsciente: sueños, lapsus, síntomas y fallidos, será el fin, o el advenimiento de otra cosa. Mientras, en el desciframiento de la incógnita de la palabra alrededor del agujero de la significación, tendremos todavía mucha tela que cortar.-
Bibliografía
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